martes, 12 de enero de 2016

ALÉJATE DE LA MUJER EXTRAÑA


“No se asocien íntimamente con los que son incrédulos. ¿Cómo puede la justicia asociarse con la maldad? ¿Cómo puede la luz vivir con las tinieblas?” 2 Corintios 6: 14 (NTV)
La mujer extraña es aquella que no hace parte de tu misma familia en Cristo aunque vaya a la iglesia o diga con seguridad ser hija de Dios. La mujer extraña no es sabia, no es prudente, no le importa el camino de la vida, ni se fija en lo inseguro de sus pasos. Atendamos a los consejos que nos da el Señor, a través de su Palabra, y alejémonos de la mujer extraña, no codiciando su hermosura, a fin de no caer en la trampa de satanás.
“Aléjate de la mujer ajena;
ni siquiera te acerques a la puerta de su casa,
para que no pierdas la riqueza de tus años
en manos de gente extraña y cruel;
para que ningún extraño se llene
con el fruto de tu esfuerzo y tu trabajo.
De lo contrario, acabarás por lamentarlo
cuando tu cuerpo se consuma poco a poco.
Y dirás: « ¡Cómo pude despreciar la corrección!
¡Cómo pude rechazar las reprensiones!
¡No quise escuchar a mis maestros,
no atendí a los que me instruían,
y por poco llego al colmo de la desgracia
ante la comunidad entera!»”
Proverbios 5: 8-14 (DHH)
Como hijos amados por Dios tengamos mucho cuidado, no andando como los simples que no miran la gravedad de las consecuencias de sus decisiones, y no demos a extraños nuestras fuerzas, nuestro valioso tiempo, sino solo con la que en verdad puede llamarse compañera gocémonos. La mujer virtuosa es la mujer que debe ser la compañera de nuestra juventud, oremos a Dios para que El, en su misericordia, nos de la sabiduría para poder escudriñar conforme a su Palabra a las personas a fin de alejarnos de la mujer extraña y gozarnos con quien debe ser nuestra primera novia, prometida, y única esposa.
“¿Por qué enredarte, hijo mío, con la mujer ajena?
¿Por qué arrojarte en brazos de una extraña?
El Señor está pendiente de la conducta del hombre;
no pierde de vista ninguno de sus pasos.
Al malvado lo atrapa su propia maldad;
su propio pecado lo sujeta como un lazo.
Su indisciplina lo llevará a la muerte;
su gran necedad, a la perdición.”

Proverbios 5: 20-23 (DHH)


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