La palabra misiones puede causar mucha
controversia desde la teología, porque no es una palabra que se encuentra en la
Biblia, pero si su desarrollo desde Genesis 1: 1, en donde se puede apreciar su
sustento que no es otro que la gloria de Dios.
Las misiones en si mismas no significan nada, pero
en su propósito que es la gloria de Dios, que todas las naciones adoren al gran
Dios que creó todo el universo con su Palabra, y que redimió al hombre pecador
por Su Gracia, adquiere verdadero significado, como dijo Pipper:
“Carey
y miles como él han sido movidos por la visión de un Dios grande y triunfador.
Esa visión debe venir primero. Saborearla en la adoración precede a su
esparcimiento en las misiones. Todo en la historia se mueve hacia una gran
meta, la adoración más fuerte y pura a Dios y a su Hijo entre todas las
naciones de la tierra. Las misiones no son esa meta, son el camino y por esa
razón son la segunda actividad humana más importante en el mundo.”[1]
Conforme a lo anterior podemos ver las misiones
como la segunda y no la primera tarea más importante de la Iglesia, y muchos
hombres en la historia, como William Carey lo comprendieron y en la Biblia
podemos ver al mismo Moisés que escribió a un pueblo rebelde, uno que estaba
deseoso de apedrearlo, pero, con eso y todo Moisés escribió inspirado por Dios
el pentateuco. Moisés fue un ejemplo del carácter de un misionero que ha sido
moldeado por Dios para mostrar misericordia aun a sus perseguidores para la
gloria de Dios.
Un misionero no debe compartir otra cosa que la
Palabra de Dios y no debe glorificar a otro que al Dios vivo y verdadero, es
asi que la Biblia se convierte en su equipaje más importante que le prepara
para enseñar a otros a Jesucristo desde el Antiguo Testamento, en cada parte de
la Biblia, en un estudio a profundidad de las Escrituras, por lo que es
necesario escarbar cada capítulo para encontrar perlas preciosas en ellas selladas
con el nombre de Jesucristo y darlas a otros.
[1] Jerry Cross, ed. Vivir en el
poder del evangelio (Coyoacán, México: Publicaciones el Faro, 2009), 162